lunes, 16 de noviembre de 2020

El reproche...en positivo.

    Buenas noches.

   Me dispongo hoy a hablar del reproche porque llevo ya varios meses dándole vueltas a cómo podemos seguir ayudándonos, entre las personas, a seguir creciendo, ya que considero que éste es el fin fundamental de nuestras vidas (seguir aprendiendo y creciendo y ayudar al resto de las personas a hacerlo) y que, si hubiese un sentido de la vida, desde luego, sería éste. Pero de esto ya hablaré en otro momento....

   Todo empezó cuando volvimos de vacaciones, Ana y yo, de nuestro tour por Galicia, este verano pasado (Julio, para ser más exácto).
   Al cansancio de volver a la rutina habitual, tras unas maravillosas vacaciones, se sumó el hartazgo de las muchísimas personas con las que, de pronto, coincidía por la calle y a las que, en esas cantidades, llevaba ya bastante tiempo sin ver, gracias al confinamiento al que nos habíamos visto sometidos desde Marzo y que había sido levantado días antes de que nosotras marchásemos a Galicia, incluso sin tener todas las garantías de poder visitar todos los lugares que nos habíamos propuesto. Se puede decir que llevaba aproximadamente cuatro meses sin coincidir por la calle con tanta multitud de personas, lo que me había parecido maravilloso durante mucho tiempo, pues veía cómo la naturaleza recuperaba los espacios que le hemos arrebatado y cómo todo estaba más limpio y como más cuidado.
   Me gustaría no poder decir ésto, pero el caso es que las personas somos bastante guarras, y ello fue lo que me hizo pensar en escribir ésta entrada en algún momento.
   El caso es que, yendo a comprar el pan, hubo una persona que tiró una mascarilla, de esas que usamos todas ahora, al suelo, teniendo a menos de dos metros de distancia una papelera, lo cual me indignó y se lo dige:

   - ¡Hombre, teniendo una papelera a menos de dos metros, podías no tirarla al suelo! ¿no crees?

   La persona en cuestión, no sólo no la recogió y la tiró a la papelera, sino que me mandó a la mierda:

   -¿y a ti qué coño te importa? Hay gente que está para eso, ¿no? pues métete en tus asuntos.

   Dado el tono con el que me contestó, preferí no continuar la conversación y seguí caminando hacia la panadería, pensando en que, queriendo ayudar a una persona a ser un poquito más cívica, al final, había sido recriminado de mala manera, por lo que, de nada bueno había servido que le hiciese yo el reproche, sino, posiblemente, al contrario.

   Esto, como he dicho al principio, me dió que pensar porque, como yo siempre he creído que se habla con los actos, no con las palabras y, si se habla con palabras, éstas tienen que ser siempre coherentes con los actos (coherencia que pienso que tengo), quizá no debería haberle dicho nada y debiera sólo haber cogido la mascarilla del suelo y llevarla a la papelera, pero eso habría podido quedarse, como ocurrió en Galicia, en las Fragas do Eume (Pontedeume), en que yo recojo (y Ana también, claro) las mascarillas que hay tiradas por el parque natural, para llevarlas a la papelera o a algún contenedor de basura y, como nadie lo ve, de nada sirve mi comportamiento (además de para satisfacción propia, claro) pues no sirve de ejemplo y, ni tan siquiera de conversación o reproche.

   El caso es que, tras pensar que hay que decirlo, porque, de lo contrario, no sirve para nada, lo comenté con Ana, y ella me dijo que debía, quizá, buscar una forma de decirlo que no le pareciese ofensiva a la persona que lo recibe. He de decir que, a mí, no me pareció que lo dijese de una manera ofensiva, aunque eso no quita que la persona en cuestión lo recibiera de esa manera.

Y bien, ello me hizo seguir pensándolo durante una temporada, hasta que ahora, por fin, he decidido escribir sobre ello.

Soy consciente de que, tras la llegada del cognitivismo y, sobre todo de las teorías del aprendizaje posteriores, como la ecológica de Bronfrenbrenner, la utilización del elogio y del reproche han quedado un poco obsoletas y se utilizan menos (pero, como veremos, no han dejado de utilizarse) que cuando imperaban las teorías conductistas, y que, ahora, se acompaña al alumnado en su aprendizaje y se da mayor importancia a la motivación y al contexto en el que se está produciendo dicho aprendizaje. No obstante, los propios psicólogos del aprendizaje comentan la importancia de los refuerzos positivos/negativos (tipo conductistas) a la hora de afianzar una conducta y de los elogios/reproches justo después de la acción que se quiere afianzar/eliminar. Como se puede ver, por ejemplo (hay muchos otros ejemplos de ello) en "La motivación y el aprendizaje en educación", escrito por Pedro Gallardo Vázquez y José Manuel Camacho herrera.
De hecho, yo diría que incluso la manera de evaluar y aprobar/suspender es una forma de recompensar-premiar o castigar-sancionar a los educandos para fomentar (no voy a entrar ahora -puede que en otro momento sí- en si es o no la forma adecuada) el aprendizaje. Por tanto, se sigue utilizando.
Pero el caso es que, en contextos más amplios que la escuela o el colegio, a nivel social o cultural, la acción del elogio y el reproche, como medios para rerpoducir dichos entes (sociedad y/o cultura) y de que los individuos se adapten a ellos, ha sido históricamente (y yo diría que también en la actualidad) el medio más utilizado y eficaz para ello, puesto que parecería que, cuando toda la sociedad (o toda la cultura en la que estás inmerso) reprocha un comportamiento, o lo premia, condiciona al individuo blanco de dicho reproche o elogio para que abandone o repita dicho comportamiento. Al fin y al cabo, nuestros cerebros siguen condicionados para intentar no ser rechazados por el grupo, ya que ello conllevaba en la antigüedad a una muerte casi segura y, como la evolución de las estructuras físicas es más lenta que la evolución de la mente, nuestro cerebro sigue teniendo ese condicionamiento que nos insta a intentar no ser aislado socialmente, aunque eso, hoy en día, no conllevase el fallecimiento real, aunque puede que sí social, del individuo reprochado en cuestión.

Y no es que sea yo una persona partidaria del conductismo precisamente, ni mucho menos, pero sí pienso que, en muchas ocasiones erramos o mantenemos conductas que, hoy en día, se pueden considerar inapropiadas por una parte (podríamos decir que precisamente la parte más concienciada) de la sociedad, no por malicia o desgana, sino por desconocimiento o falta de entrenamiento en un tipo de acción que, hasta hace poco, se realizaba de otra manera, como por ejemplo, aunque siempre haya sido incívico, era del todo natural (al menos en nuestro país) tirar las basuras al suelo, incluso en los bares; y que, a día de hoy, se intenta realizar de una manera más cívica.
Y a esto es a donde quiero llegar, ya que, puesto que nadie es infalible, al menos yo no lo soy, pienso que no está de más que nos recordemos cuáles son las pautas actuales de actuación, ya que, de otra manera, podemos seguir teniendo comportamientos (por ejemplo machistas) que, en el momento actual no sólo no están bien vistos, sino que, una parte de la sociedad (pienso que la más concienciada, y disculpad que me repita), ya no ve de buen grado y estamos intentando erradicar.
Al menos, a mí me gustaría que, cuando desarrolle una acción a día de hoy inapropiada, ya que lo haría por desconocimiento o por falta de hábito, alguien me lo reprochase (siempre en buen tono, por favor) y me recondujese a realizarla de una manera más aceptable ética y socialmente. Así que os ruego y os insto a que lo hagáis.

Por otra parte, pido disculpas de antemano a todas aquellas personas que puedan ofenderse cuando yo (si es que alguna vez lo hago), con el único ánimo de ayudar al desarrollo de lo que actualmente se consideran buenas maneras, comente a alguien que una acción se puede realizar de otra manera o dejar de realizarse puesto que ya no está bien vista. Tanto por mi manera de decirlo, que intentaré siempre que sea lo más correcta posible pero, a veces no me sale bien, como por su manera de recibirlo, puesto que un reproche siempre sigue siendo un reproche y a la mayor parte de las personas no nos gusta que nos los hagan, aunque el fin sea el de ayudarnos.

Gracias por la lectura y por los comentarios.

domingo, 1 de septiembre de 2019

Verdades como puños

https://www.youtube.com/watch?v=pC2jnGZlVtE

https://www.youtube.com/watch?v=ssk4rkQ7EvE

https://www.portaloaca.com/videos/documentales/14515-documental-acab-colectivo-sub-media-traducido-por-la-rebelion-de-las-palabras.html

https://youtu.be/g_VgIzU6Tvg

https://www.naiz.eus/eu/mediateca/video/yolanda-en-el-pais-de-lxs-estudiantes-documental

https://youtu.be/k8vVEbCquMw

 https://youtu.be/UoP_mSIHqTY

 https://www.youtube.com/watch?time_continue=6&v=Nt44ivcC9rg&feature=emb_logo

miércoles, 12 de junio de 2019

Torturas en este estado de pandereta

https://www.youtube.com/watch?time_continue=14&v=RVIvmRXEgEU

domingo, 2 de junio de 2019

Normas absurdas

   Pienso que, cuando dos o más personas deciden vivir en comunidad, sin agredirse, lo primero que deben hacer es hablar (hacer política) para establecer unas normas de comportamiento común que no perjudiquen a nadie y que garanticen la convivencia de dichas personas.
   Pero pienso que, para que las personas se avengan a respetar esas normas, deben ser ellas mismas las que las negocien, discutan, establezcan y avalen. En caso contrario serían normas impuestas y, de esta manera, es bastante difícil que se respeten.

   Pienso que, en la sociedad en la que vivimos hoy en día, todas las normas nos han sido impuestas, pues ninguna de nosotras ha participado en su redacción.
   De esta manera, no parece difícil que haya personas que consideren que las normas que nos han impuesto (si no todas, al menos algunas), son injustas, pues benefician a una parte de la sociedad (los ricos, en el caso de la sociedad capitalista occidental) perjudicando a otra parte (en este caso mayoritaria: los pobres).

   Pienso que, la única manera de modificar una norma injusta, impuesta por terceras personas, es desobedeciéndola a la vez que se propone una ley mejor, más inclusiva, que respete al conjunto de la ciudadanía en lugar de a unas pocas personas, puesto que, de otra manera (si las obedeces) las justificas y, no sólo no consigues modificarlas sino que, consigues ayudar a perpetuarlas en el tiempo, perpetuando igualmente las injusticias que producen.

   Hoy he vivido una extraña situación que, si bien no parecería tener mucho que ver en este asunto, me gustaría contar, puesto que yo sí lo he percibido como una desobediencia para cambiar una ley que, no sólo para las personas protagonistas de lo acaecido, sino también para mi manera de verlo, es completamente absurda y yo imagino que detrás del comportamiento de dos de los proptagonistas existía un fondo de esa misma pretensión (la de desobediencia y cambio de la norma).
    Pues bien, la historia es la siguiente:

   Esta mañana, no sé, puede que sobre las 10 o 10.30 de la mañana, he ido a tomar un café a un bar situado en una plaza de mi barrio. La terraza estaba puesta y me he sentado en una mesa. En la mesa contigua habían sentadas dos personas (chica y chico) con un perro tumbado a sus pies. Era éste un perro de esos llamados "de razas peligrosas", no sé bien si un "Pit-bull" o un "Américan Stanford" porque, la verdad, siempre me lío con este tipo de razas.
   Me he tomado el café tranquilamente y he pedido una copa, como habitualmente suelo hacer. Justo en ese momento ha pasado otra persona (en este caso un hombre de edad superior a la mía -yo tengo 48 años-) paseando a un "coquer" que se ha metido bajo la mesa en la que estaban sentados, desde antes que yo llegara, las dos personas con el perro de las que he hablado al principio. El resultado de la acción del coquer ha sido que el pit-bull (aunque no sé si lo es en realidad, lo denominaré así para agilizar este relato) ha salido detrás del coquer, rompiendo una pata de la silla a la que estaba atado, tirando al suelo a la chica que estaba sentada en ella y llendo a morder al coquer, con el consiguiente jaleo de gritos de los dueños de ambos perros y la discusión posterior.
   He de decir antes que nada que, durante el tiempo que me tomaba el café y hasta que he pedido la copa, han pasado por delante de las mesas de la terraza, como mínimo tres perros (un "husky", un "caniche" o similar y otro más de una mezcla de razas pequeñas que no me atrevo a definir) que yo haya visto, y que el pit-bull en cuestión no se había movido de su sitio.
   El caso es que las dos personas que supongo dueñas del pit-bull se han abalanzado sobre él y han separado la pelea de una manera que yo tildaría de bastante eficaz, puesto que dichos perros suelen tener problemas para soltar sus capturas y, en este caso, ha sido todo muy rápido.
   Lo que me interesa de esta historia es la conversación posterior a esta corta pelea de perros, a saber:
   El chico que iba con el pit-bull se ha acercado al dueño del coquer mientras la chica volvía a su mesa de la terraza, a la silla que antes ocupara el chaval, ha atado a su perro a una de las patas de dicha silla y se ha sentado encima, por lo que entiendo que debe ser una manera habitual en ellos de sujetar a su perro. En realidad yo también sujetaba a los míos de la misma manera, cuando los tenía.
   Bueno, que me enrollo...
   El caso es que se ha acercado al otro hombre y se ha interesado por el estado del coquer:
   -¿Está bien el perro?, por favor, mírale bien y, si es necesario, voy a casa y te bajo los papeles del seguro.
   El dueño del coquer, aparentemente nervioso, tras mirar por encima a su perro ha dicho que iba a llamar a la policía en ese momento, lo cual me ha chocado bastante, pues parecía más interesado en llamar a la policía que en el estado de su perro.
   La chica, desde su mesa, que me dejaba a mí en medio de la conversación, puesto que los dos y el coquer estaban tal que a mi derecha y ella y el pit-bull a mí izquierda, le ha dicho que por qué iba a llamar a la policía, que si no podían arreglar las cosas como las personas, sin implicar a la policía en ello, que, si llamaba a la policía ésta no iba a solucionar nada y que ya le estaban diciendo que le iban a bajar los papeles del seguro.
   El dueño del coquer seguía r que r diciendo que no, que iba a llamar a la policía porque su perro (el de ella) debería estar atado, a lo que le han respondido que si no ve que se ha roto la pata de la silla en la que el perro estaba atado. Él, el dueño del coquer, ha contestado que de todas formas tiene que ir con bozal, a lo que la chica le ha contestado que:
   -Si tu perro no hubiese a morder al mío, no habría pasado nada.
   Y el chico le ha pedido que no llame a la policía porque, una vez que vienen, ya no hay manera de dialogar, que lo que debería hacer es mirar si su perro estaba bien y que el seguro correría con los gastos del veterinario, pero que, si llamaba a la policía, éstos iban a joderles la vida a ellos y a un perro que "es un pedazo de pan".
   El dueño del coquer seguía en sus trece y ya había sacado el móvil para llamar, así que el chaval le ha repetido que si llama a la policía le va a joder la vida y a él no le iba a quedar otra que defenderse y joderle la vida al dueño del coquer, que se lo pensase, porque no sólo no lo veía necesario (ni pertinente añadiría yo) sino que, además, iba a provocar peores resultados para todas.
   Como el dueño del coquer tenía el móvil en la mano y parecía que intentaba llamar a la policía, haciéndo caso omiso de las peticiones de las otras dos personas, la chica se ha levantado de la mesa de la terraza, ha cogido a su perro y se ha marchado.
   El chaval le ha vuelto a decir al dueño del coquer que, por favor, entrase en razón y no llamase a la policía, que eso iba a ser peor para todas pero, dado que el dueño del coquer ya estaba llamando a la policía, se ha ido también tras los pasos de la chica y el pit-bull.
   Conclusión a la que llego yo sobre esta historia:
   Pienso que el dueño del coquer era un imbecil que no atendía a razones, puesto que, también desde mi punto de vista, el que ha empezado la pelea ha sido su perro y, además, no quería dialogar con las otras dos personas que estaban dispuestas a solucionar cualquier problema que su perro hubiese producido al otro (si es que se había producido alguno, puesto que yo sangre no he visto en ningún momento), pero el imbecil (que a partir de ahora le llamaré así), sabiendo que tiene la ley de su parte, lo único en lo que pensaba era en joderles la vida a las chavalas, con lo que ha conseguido que se vayan y, si en realidad el coquer tiene alguna herida, le va a tocar a él (al imbecil) gastarse el dinero en el veterinario (y ya os digo yo que los veterinarios no son baratos) para curarle (aunque por lo que yo he visto, no parecía muy preocupado por su perro y puede que ni siquiera le cure).
   Al final he apurado mi copa y me he ido yo también antes de que se llegase la policía, no sea que me salpicase algo, que con esa gente cerca nunca se sabe (nunca se está seguro).

   La conclusión que saco de esta historia es que una pareja (si es que lo son) tiene un perro al que conocen y que es (según sus propias palabras) un pedazo de pan, por lo que toman la determinación de desobedecer una norma que consideran injusta, a saber: que ciertas razas de perro que un politicucho ha decidido que son potencialmente peligrosas tienen la obligación de ir por la calle con bozal. Que la han desobedecido adrede para cambiar la norma, porque sería injusto que su perro, siendo un pedazo de pan, tuviese que ir con bozal, y más (añado yo) cuando el pobre ha sido el primer agredido, ya que, como dije antes, ya habían pasado varios perros por delante de él y ni siquiera se había inmutado. Pero que hay individuos (que ya dejaron de ser personas hace mucho tiempo) que lo único que entienden es la obediencia a las normas que a ellos les benefician, porque no me creo que dicho individuo respete todas las normas (entre otras cosas porque desconocerá una gran parte -como nos pasa a todas-), y en vez de dialogar y solucionar las cosas como las personas, ha preferido agarrarse a esa norma absurda (a todas luces absurda) por la sencilla razón de que le beneficiaba en su intención de joder a las chavalas, que otra intención no tenía.

   En mi opinión está muy bien que se desobedezcan todas las normas injustas (como dije al principio), puesto que es la única manera de cambiarlas y, en este caso, pienso que es una norma tan absurda (porque cada individuo animal es diferente en sí) que, no sólo habría que cambiarla sino que, directamente habría que eliminarla. Porque, además, benefician a los imbéciles que sólo quieren joderle la vida a las demás personas.

   Repito que esta es una interpretación mía de lo que ha sucedido y que puede que las chavalas y el pit-bull ni siquiera pensasen en un cambio de norma y simplemente se les hubiese olvidado ponerle el bozal al perro, pero mi observación y posterior reflexión sobre este suceso me ha hecho pensar en ello y es lo que he concluído tras escuchar la conversación posterior a la pelea.

Mi primer día con falda...



   Es una costumbre mía ya el transgredir (o al menos intentarlo) las normas de conducta social. En este caso visto con falda para reivindicar que la ropa no tiene género. La intención es demostrar que los roles de género son sólo eso, roles, y que las personas estamos muy por encima de todo eso.
   Pienso que si podemos desmontar la irrealidad a la que nos somenten los roles (no sólo los de género, sino también los de raza, familia, nacionalidad, etc.), podremos, más tarde o más temprano, demostrar que lo único que realmente importa son las personas (y todos los seres vivos, claro, pero de eso ya hablaré en otro sitio).


  
   SOMOS PERSONAS, NO ROLES



jueves, 30 de mayo de 2019

Sobre igualdad de género

   La intención de este relato autobiográfico no es más que intentar explicar lo que, para mí, significa la igualdad de género y el feminismo. Desde mi punto de vista y sin la menor intención de crear polémica o debate sobre ello, aunque nunca rehuyo una sana discusión, porque pienso que todo debate es una gran oportunidad para que aprendamos todas las partes.

   Lo primero que pienso que debo decir es que yo nací, en Carabanchel, en 1970, y que para el 73 ya estaba viviendo, con mis padres y el resto de mi/su familia en Las Margaritas, Getafe.
   Explico ésto porque me gustaría que entendiéseis, queridas lectoras (utilizaré el masculino y el femenino plurales indistintamente, de aquí en adelante, cuando se trate de un plural que abarque esos dos géneros -que en nuestro lenguaje no tenemos más, aunque en la realidad, en la vida, haya una verdadera infinidad de ellos-), que yo me socialicé -al igual que todas las personas de mi edad- en una sociedad machista y patriarcal, en la que apenas había mujeres que trabajasen remuneradamente y, las pocas que lo hacían, en profesiones de cuidados; en una sociedad en la que la mayor parte de las mujeres tenían como ambición máxima casarse, en la que no te podías divorciar y en la que no estaba mal visto que, cuando una mujer se pasaba un poco de la raya, el marido la pusiera al orden, aunque esto conllevase un guantazo. Es por ello, por haberme socializado en esta sociedad machista (entre otros muchos defectos), y siendo yo un hombre (aunque no creo que eso tenga aquí y ahora mucha importancia), por lo que, reconozco, soy (o al menos fui) machista.

   A mis 5 años de edad se me imponía que los hombres no lloran y los insultos más comunes que había para combatir esa desmesurada expresión de sentimientos eran "niña" y "mariquita", ya fuesen expresados por otras niñas de tu edad, personas mayores que tú, o incluso tus hermanas y tu familia en general. Para los 8, cuando ya habías conseguido, más o menos, controlar ese exceso de expresión de sentimientos, empezabas a tener tus recompensas, en forma de privilegios sobre las otras personas que no habían sabido -o querido- controlarlos, a saber: las niñas y los mariquitas. Era el momento de educarnos en la violencia y ser nosotros los que insultásemos, empujásemos y nos riésemos de esos dos grupos de personas.

   A los 11 o 12 años, cuando empezaron a interesarme de una manera más seria las niñas, me di cuenta de que ellas mismas querían también (ya que ellas estaban socializadas igualmente en la misma sociedad que nosotros) que fuésemos (los niños) un poco malotes, y que las tratásemos de una manera que yo hoy día considero que es un maltrato. Aparentemente les gustaba el amor romántico y les parecía muy bien que sintiésemos celos y que las tratásemos más o menos como si fuesen de nuestra propiedad, controlándolas habitualmente y abusando físicamente de ellas (estoy hablando de meter mano, tocar sin permiso o coger la mano de ella -quien fuese ella, que no tenía que ser nuestra pareja- para obligarla a tocarnos a nosotros) cuando a nosotros nos apetecía, levantarles la falda o desabrocharles el sujetador, sin que ello significase más que unas risas y un "¡quita tonto!" por parte de ellas, nunca un enfado y, aparentemente, ni tan siquiera una verdadera molestia. He de reconocer que participé de estas prácticas durante más bien poco tiempo (las observé durante bastante más) y casi siempre debido a la presión del grupo (aunque ahora parezca una excusa), ya que por aquel entonces yo ya empezaba a ser un poco rarito, al menos para la forma de verlo de mis compañeros de juegos, y porque, además, a eso de los 14 años, comencé mi primera relación estable/duradera con una chica.
   Esa necesidad de ser malote me acompañaría durante una parte de mi "primera vida" para, por un lado no dejar que los demás chicos abusasen de mí, y, por otro, para dar a las chicas la sensación de que les puedes defender en un momento dado, y que puedes, de una manera o de otra, representar perfectamente el rol de hombre-marido-padre en el que todos y todas estábamos siendo socializadas.

   Pienso que es el momento, ahora, de decir que soy promotor de igualdad de género (o al menos tengo ese título, porque lo que es ejercer...., al menos remuneradamente, no he ejercido nunca), aunque pienso que yo era, de alguna manera, feminista mucho antes de eso. E intentaré explicarme:
   A mis 12 o 13 años escribí mi primer relato corto, que versaba sobre un pueblo en el que se daba lo que yo más tarde descubriría como la anarkía. En este pueblo todo el mundo podía, y debía, hacer lo que quisiera, porque la única regla era ser libre sin molestar al resto de la ciudadanía. Pues bien, en aquel relato corto hubo una violación en aquel pueblo, y toda la ciudadanía se reunió en la plaza para debatir sobre lo ocurrido y juzgar el hecho. El acusado terminaba siendo declarado culpable de obstaculizar la libertad de ella de hacer o no hacer lo que ella quería en ese momento, dado que ella era una persona igual que él y tenía, por tanto, los mismos derechos (de libertad) y obligaciónes, sin distinguirles en absoluto. El hombre al final era sentenciado a pedirle perdón a ella y a que todo el pueblo le afease la conducta durante un periodo (ahora no recuerdo cuánto) de tiempo, hasta que él entendiese que somos todas iguales y que no se podía obligar a nadie a hacer algo que no quería.
   Viendo con retrospectiva aquella narración, diríase que, sin ser, en realidad, más que una ejemplificación de cómo se tomaban las decisiones en aquel pueblo (juicios incluidos), ya tenía en el fondo una pequeña semilla de alegato feminista.
   Pienso que esa igualdad que yo proponía en aquel relato me venía, en parte, por la necesidad de búsqueda de justicia (entendida como equidad) que siempre he sentido (quizá a causa de las injusticias que he vivido desde mi más tierna infancia) y, en parte, por haber tenido una hermana mayor que yo, a través de la cual (y de su grupo de amigas y amigos) veía yo las discriminaciones que ella sufría y los privilegios que, tanto mi hermano como yo, teníamos sobre ella. Privilegios que, cuando me percataba de ellos, yo intentaba eliminar o reducir, compartiendo sus tareas domésticas y ayudándole en lo que yo pudiese, lo cual fraguó, creo, una bonita amistad gracias a la cual empecé a tener contactos reales con lo que más tarde se ha dado en llamar "la lucha de las mujeres por la igualdad de género".

   Con 18 años me libré de la mili por sordo. Y hablo de ello para recordaros la sociedad en la que vivíamos (1988) y lo que suponía tener un estamento militarizado para, literalmente, hacer hombres a los niños. Aproximadamente un año antes había empezado a relacionarme con el "Milikk", a través del cual conocí a alguna organización de "mujeres combativas", no sólo en contra del militarismo sino, también, a favor del feminismo. Hoy en día, personas a las que considero mis amigas, como Montse o Yoli, siguen en primera línea de la lucha feminista en todas las organizaciones en las que trabajan, colaboran o son socias....
   Por aquellos tiempos, los insultos más utilizados para denigrar a un chaval eran "nenaza" y, sobre todo, "maricón".
   Poco después de haberme librado de la mili, me busqué un trabajo, dejé los estudios, y me fui a vivir sólo (aunque por épocas compartí piso con Olga -aquella pareja con la que comencé a los 14 años-), lo que me terminó de entrenar (no al principio, que la casa parecía muchas veces una pocilga) en la realización de las tareas domésticas, de las cuales siempre, a partir de entonces, he co-laborado, porque siempre he considerado como una co-responsabilidad.

   Mi socialización en los trabajos tampoco se puede decir que fuese de lo más satisfactoria de cara a educarme en la igualdad de género, ya que comencé a trabajar de albañil (y estuve muchos años trabajando de ello) en una época en la que estaba bien visto piropear a las mujeres desde las obras (he de reconocer que hubo un tiempo en que, yo también piropeé a alguna chica, fue muy poco y puede que dijese unos tres piropos en total -en 20 años-, pero los dije). Visto desde dentro, parecería una competición para ver quién era más macho, y que quien mayor burrada dijese, que asustara y/o denigrase más a la mujer que pasaba, fuese el más macho de todos al haber demostrado (al menos de boquilla) su mayor capacidad de opresión hacia cualquier mujer. Discutí unas pocas veces con unos pocos compañeros, ya que siempre he pensado que cualquier lugar y momento es bueno para aprender y para ello lo mejor es dar opiniones para que puedan ser rebatidas en un debate que, en algunas ocasiones, llegó incluso a ponerse violento. Aun así, sigo alegrándome de haber defendido siempre, algunas veces con bastante vehemencia, unas ideas políticas progresistas entre las que siempre he incluído la igualdad de género y el feminismo.
   Esta defensa del feminismo te deja, a veces, en una situación extraña, en la que tus colegas empiezan a hablar de ti como "el pesao este de la igualdad", y en la que muchas veces piensas que, según en qué ocasiones, no eres bien recibido en según qué grupos. Te aisla un poco en cierto modo porque, por un lado eres un hombre, no te lo puedes (y a lo mejor ni siquiera quieres) quitar, lo que te hace quedarte fuera de ciertos colectivos femeninos/feministas, pero a la vez, eres el "pesao de turno" en los masculinos/machistas, en los cuales tampoco eres aceptado.
   Pero esta es otra película y me estoy yendo del guión....

   Hasta aquí, he querido explicar que he sido socializado (como toda mi generación, hombres y mujeres) en una sociedad machista, MUY MACHISTA, y que he de reconocer que yo también he sido machista, yo también me he enamorado y he tenido amores románticos, yo también he sentido celos y también he sentido a mi pareja como mía; yo también he disfrutado de los privilegios, auunque, por otro lado, siempre he defendido la igualdad, lo cual, en algunos casos, me llenaba de contradicciones, y más cuando leía libros de Lévi-Strauss, de Margaret Mead, de Durkheim, de Boas, en los que me daba cuenta de que hay otras maneras de establecer las normas sociales, los roles, los géneros, que todo podía ser de otra manera símplemente con que nos pusiesemos de acuerdo en ello. Sin embargo, yo era machista, yo seguía siendo machista incluso cuando era uno de los pocos hombres que acompañaba las manifestaciones feministas en los tiempos aquellos (no hará más de 12 años) en los que llegábamos un total de 20 personas, y algunas veces menos, hasta Plaza de España. Yo seguía siendo machista hasta que, estudiando psicología, me di cuenta de que todo lo que es aprendido, se puede desaprender, es necesario un gran esfuerzo (sobre todo las primeras veces que intentas desaprender algo) de estarte vigilando a ti mismo, constantemente, durante mucho tiempo, para corregir tu conducta en cada momento que aparece, hasta que con el tiempo y el hábito nuevo creado crees que puedes empezar a relajarte (y te pillas en ocasiones volviendo al comportamiento anterior), lo que te anima y te sirve de recompensa que fortalece ese nuevo hábito. Todo esto es más fácil cuando te das cuenta de que puedes modificar la parte mental a la que yo, con Freud, llamo "superyo", Pero esto de nuevo es otra película (parece que hoy estoy un poco espeso) y si hablo de ello alguna vez, será en otra parte....

   Volviendo al tema, dado que todo se puede desaprender y que todos los roles, las normas sociales, los géneros, los estereotipos, los racismos, los sexismos.... todo, realmente todo en el comportamiento humano es aprendido y, en principio, con Nietzsche, podríamos autoconfigurarnos y producir el "superhombre" (utilizo aquí el mismo término que el autor, me parece feo tranducirlo para que sea más inclusivo), aunque yo soy un poco más humilde (o puede que más vago, puesto que cada cambio cuesta) y me conformo con ir formándome en la dirección que yo deseo.

   Ahora, tras explicar mi socialización, mis diferentes aprendizajes y mis descubrimientos sobre las posibilidades de cambio, pienso que ya puedo abandonar mi biografía para explicar cuál es mi idea de igualdad:

   Todas las personas somos, eso, PERSONAS. Como bien nos han demostrado antropólogas y sociologas, todos los roles y estereotipos están en función de la sociedad que ha producido la cultura en la que están absortos, y en diferentes sociedades, se dan comportamientos diferentes asociados a los mismos roles. Luego son intercambiables, modificables y/o eliminables. No es cierto que las familias tengan que ser de una manera determinada, hay muchos tipos de familias en las distintas sociedades. No es cierto que una madre tenga que ejercer el rol de madre, ni que una hija tenga que ejercer su rol, con todo lo que esos roles conllevan, de respeto por parte de la hija y autoridad por parte de la madre, y de muchos otros comportamientos que se asocian a cada uno de esos roles. No es cierto que una profesora tenga que adoptar su rol y las alumnas el suyo, porque no es cierto que sean esos roles, lo único cierto es que todas son PERSONAS, persona que enseña a personas y persona que recibe enseñanzas de una o varias personas (en este momento, que siempre se pueden volver -como casi siempre ocurre- las tornas), al igual que la madre es una persona que, en este momento cuida a otra persona (totalmente independiente de ella y con sus mismos derechos -y el respeto, para conseguirlo hay que darlo primero-) y la hija es una persona que, en este momento, y por un corto lapso de tiempo (mucho más corto de lo que nos pensamos) necesita cuidados de, evidentemente, personas. Pienso que, en realidad, las personas que necesitan cuidados (tengan la edad que tengan) tienen siempre los mismos derechos que las personas cuidadoras, aunque éstas, habitualmente se los nieguen.
   Bien, pues, de igual manera que no existen las policías o las ladronas, que no existen las abuelas o las nietas, que no existen las trabajadoras o las jefas, que son todas ellas PERSONAS que están asumiendo un rol aprendido pero que, si quieren, pueden dejar de hacerlo y comportarse como PERSONAS QUE..., de esa misma manera no existen los hombres ni las mujeres, no existen las homosexuales ni las heterosexuales, no existen más que las personas, personas que tienen los mismos derechos porque realmente entre las personas no hay ninguna diferencia (aunque entre los individuos sí, y por ello el conflicto de malentendidos que producen los idiomas). Personas que toman decisiones sobre sus comportamientos y que, si tuviesen la suficiente información, se comportarían como personas con el resto de las personas, abandonando sus roles y comprendiendo que, como todas somos personas, y somos iguales, no podemos hacer otra cosa, si queremos ser coherentes, que comportarnos con ellas en el mismo plano de igualdad que con cualquier otra persona y que nosotras mismas exigiríamos del comportamiento de las demás personas.

   Dicho todo esto, pienso que sólo me queda por decir que considero que, en cuanto a la lucha feminista se refiere (y que conste que para mí cualquier lucha que busque la igualdad y el respeto por los derechos -de lo que sea- es feminista), ha sido apropiada, desde luego con toda la razón y todo el derecho, puesto que son el sujeto que sufre la discriminación, por las mujeres (personas que ejercen ese rol), dejándo fuera en algunos casos a personas que podrían aportar ideas que podrían ser válidas en la lucha. Aunque también entiendo la desconfianza de aquellas en éstas, pues éstas serían el sujeto discriminatorio y violento que pone en peligro sus vidas y les niega sus derechos y que por muy evolucionadas y empáticas que sean, y aunque hayan pasado miedo por las noches, a causa de otras personas, cuando han pasado por zonas oscuras (por ejemplo el que yo he podido pasar por los nazis), nunca es el mismo miedo porque nunca es a un grupo tan inmenso como la mitad de la población y nunca han sufrido la discriminación tan abusiva que aquellas sufren. Es por todo ello por lo que considero que mi papel (mi rol, al fin y al cabo -pero un rol elegido por mí-) en esta lucha es el de acompañamiento, el de estar preparado justo unos centímetros detrás de ellas para dar el paso que ellas decidan, sea cual sea, unas milésimas de segundo después que ellas para apoyarlas en su avance, pero nunca por delante porque, al igual que en una lucha mía no me gustaría que nadie me digese ni cuándo, ni cómo, ni qué debo hacer, comprendo que, como al final sómos todas personas, a ellas les pueda pasar exáctamente lo mismo, y no soy yo quién para, sin estar en el grupo sufridor de la discriminación, tomar la iniciativa en una pelea que, aunque considero igual de mía que de cualquier otra persona, entiendo que deben ser ellas las que la libren.

   Por todo lo dicho, SÍ, ME CONSIDERO FEMINISTA, y estoy con vosotras intentando avanzar hacia esa igualdad real que todas deseamos y podéis contar conmigo para cualquier cometido que se os ocurra que pueda desempeñar.

martes, 29 de mayo de 2018

SED DE VENGANZA

   Diríase que, a veces, las personas que creen (o creemos) en la justicia, pecamos de ingenuidad....
   Diríase que no queremos darnos cuenta de que los jueces (y juezas) han sido impuestos por este sistema corrupto que es capaz que cometer injusticias por mantener el statu quo.
   Diríase que ya no existe la justicia, y la única posibilidad que recuperarla fuese la "justicia por mi mano", la venganza....

   Pero....

   Digamos que una persona clama por la vengaza......
   Digamos que a alguien se le ocurre ejecutarla....
   Digamos que alguien, alguna persona, intenta descabezar a aquellos que nos oprimen (accionistas de sociedades anónimas y políticuchos a su servicio).....

   ¿qué pasaría en ese momento????

   Sería otro muerto del sistema, así sin más, puesto que no habría nadie que le siguiera. Toda "persona de bien" pensaría que es otra pobre que no ha aguantado más la presión y ha explotado, intentándose llevar por delante a cuanto culpable ha encontrado.
   Nadie en su "sano juicio" continuaría con sus "reformas" de las leyes.....
   Nadie en su sano juicio le seguiría en una avalancha de sangre y terror en la que, por fin, fueran ellos (los poderosos) los que derramasen su sangre a cambio de la que llevamos décadas derramando los pobres.....
   Nadie continuaría su labor que, aunque deseada por todas las oprimidas y justa (por fin), da miedo porque únicamente pensamos en lo que se nos puede arrebatar a nosotras mismas, en nuestra vida, en eso a lo que nos aferramos sin darnos cuenta de que no es la nuestra la que importa, sino la de toda la humanidad, la de todo el planeta......

   Pero nos han hecho pensar que somos individuos.....
   Nos han hecho pensar que estamos sólas, que no habrá nadie que nos ayude en esa escalada de violencia que, con sus ejércitos de policías (al servicio de las empresas -nuestras enemigas [y de toda vida]-) reprimirán sin siquiera despeinarse, puesto que son mayoría y van bien armados para luchar en contra de su pueblo, de sus padres, de la vida....... con todas esas armas que pagamos nosotras para ayudarles a que nos repriman.....con todas esas armas que, en justicia (eso que no existe) son nuestras, pues somos nosotras las que las hemos pagado.....con nuestro sudor, con nuestro esfuerzo, con nuestra vida.....

   Pienso que ya es hora de despertar de este sueño en que nos intentan mantener......
   Pienso que ya es hora de gritarles a la cara que no les tenemos miedo, que lo único que se pueden llevar por delante es mi vida, o la de algunas de nosotras, pero que, si nos mantenemos unidas, jamás podrán llevarse por delante las ganas de evolucionar y dejar atrás un sistema tan corrupto como el capitalismo, que arrasa con cualquier vida por sólo robarle el pobre beneficio que produce el trabajo de cada uno de esos individuos que hoy en día están (o se sienten) aislados.....
   Pienso que ya es hora de volver a sentarnos en las plazas para hablar, pero esta vez de violencia, de violencia contra la violencia que ejercen contra nosotras, de devolverles la misma moneda, de decir que por cada persona muerta por hambre, por suicidio por causas económicas, por falta de ayuda a la dependencia, por falta de medicamentos o encarecimiento de éstos, por......tantísimas razones.....habrá al menos una persona que muera en su bando, aunque para ello tengamos que llevarnos por medio a esa policía (esos lumpen) y a esa falsa clase media (lumpen igualmente) que quieren mantener el statu quo porque a ellos aún no les va tan mal, sin darse cuenta de que es una ola imparable que terminará con la destrucción de cualquier tipo de vida en cualquier parte del universo......
   Pienso que ya es hora de que nos volvamos a sentar en las plazas pero que esta vez hablemos de violencia, de justicia a través de esa violencia (ya que las juezas del sistema imponen la injusticia) y de dignidad de una vez por todas.....

   Cansado ya.......